Cultura

Hombres que amaron a otros hombres: San Sergio y San Baco

“En nombre de San Sergio y San Baco os declaro unidos por la fe y el amor…” Con esta frase culminaba la ‘adelfopoyesis’, hermanamiento o boda entre dos varones, en los templos cristianos durante la Edad Media. Todo ello con el mismo boato, tanto eclesial como popular, que tendría en aquel momento un matrimonio entre personas de distinto sexo.

La historia de la homosexualidad masculina es, en parte, una historia de emparejamientos. A lo largo de los tiempos hubo muchos casos de hombres que quedaron unidos a otros hombres por los lazos del amor y del deseo, llegando a hacerse pública su convivencia. En la Antigüedad, Adriano y Antinoo, por un lado, y Aquiles y Patroclo, por otro, son dos de las más célebres parejas a las que nos estamos refiriendo. Pero incluso dentro de la misma tradición cristiana –y hasta católica- los hubo en su día, como veremos en el caso de los santos Sergio y Baco. 

Según John Boswell, que alcanzó a interpretar casi un centenar de manuscritos, las iglesias cristianas fueron en sus orígenes menos intolerantes con los casos en los que existía una estrecha relación entre feligreses del mismo sexo. No las alentaban, por descontado, pero en cambio procuraban santificar aquellas uniones ya consagradas en la práctica. Y lo hacían mediante esta adelfopoyesis o ceremonia de hermanamiento creada ex profeso para las parejas de género idéntico. A partir del siglo XIII las jerarquías cristianas –especialmente la católica- comenzaron a perseguir y hostigar este tipo de relaciones, pero la huella de tales emparejamientos sigue presente inclusive hoy día en el ceremonial litúrgico de la Iglesia.

Una pareja homosexual dentro del cristianismo

Sergio y Baco formarían parte de una larga lista de parejas de santos y mártires unidos no sólo por las circunstancias y por Cristo, sino también por el amor mutuo que se profesaban y que al parecer iba más allá de lo espiritual. Según esto, la Iglesia consagraba ante Dios lo que ya estaba unido en la tierra, dando lugar a la creación de referentes en el santoral, como pueden ser los de Felicidad y Perpetua, conocidas por su carácter varonil y guerrero y martirizadas en Cartago, o los también militares Nearco y Polieucto, “hermanos, no de nacimiento, sino en el afecto”. 

Baco y Sergio eran soldados romanos de élite destacados por el emperador augusto Maximiano en la provincia de Siria; Sergio era ‘primicerius’ (comandante) y Baco, su ayudante ‘secundarius’. Su martirio tuvo lugar durante las persecuciones del césar Diocleciano (en torno al 303 d.C.) y está autentificado por los primeros martirologios y la veneración que venían recibiendo desde antiguo en Siria, además del testimonio aducido por el historiador Teodoreto (siglo V). Los hechos de sus vidas se redactaron en lengua griega, latina y siriaca.

La causa de una tortura

De especial interés por su contradictoria interpretación es el icono cristiano ortodoxo del siglo VII en el que se reconoce a San Sergio y San Baco unidos en Cristo, como se representaba tradicionalmente a un marido y su esposa. Así, Sergio y Baco, desprendidos ahora de su halo espiritual de mártires, se convertirían en pareja de amantes enamorados, que no fueron perseguidos precisamente por esa razón, sino por otra más contraria a la mentalidad romana: negarse a rendir culto al emperador.

En realidad nuestros protagonistas fueron víctimas de una conjura orquestada por el césar Diocleciano, pese a que mantenían una estrecha relación de amistad con el augusto Maximiano, quien cogobernaba junto a aquel en la época de la Tetrarquía. Unos delatores comentaron a Diocleciano que ambos oficiales eran cristianos y para tentarlos organizó un ritual de sacrificio a los dioses. Sergio y Baco, consecuentes con su fe, se negaron a participar en él. En el ceremonial romano no rendir culto a sus dioses suponía, por extensión, no rendírselo al emperador, con lo que éste se sintió traicionado y los condenó a muerte, no sin antes someterlos a tortura y humillación pública.

Algunos de sus compañeros intentaron convencerles para que se retractaran, pero ambos, en un ejercicio de sublime éxtasis religioso, prefirieron obedecer a Dios antes que a los hombres.

«Como novias nos han vestido»

El proceso martirial siguió adelante y para hacer su humillación mayor los vistieron con ropas femeninas y con grandes cadenas al cuello haciéndolos desfilar entre la multitud. Según parece, lejos de abochornarse, se crecieron en su orgullo, repitiendo ante los atónitos verdugos: «Como novias nos han vestido con hábitos de mujer y nos han unido uno al otro, y ambos para Dios». Después de toda esta macabra escenificación, Baco fue flagelado hasta la muerte, agotando incluso a los propios verdugos, que decidieron posponer hasta el día siguiente la ejecución de Sergio.

Cuenta la leyenda que esa misma noche Baco acudió, radiante como un ángel y con el uniforme de oficial, a la celda donde se encontraba Sergio para reconfortarle y recordarle que, si bien estaban separados en cuerpo, seguían juntos en el vínculo de unión. Además, le animó a seguir creyendo en las enseñanzas de Jesús para que al día siguiente se encontraran en el Paraíso. Cuenta igualmente cómo Sergio soportó un sufrimiento mayor aún, al padecer torturas tan despiadadas como andar varias millas llevando zapatos con clavos en su interior que le atravesaban los pies, hasta ser finalmente decapitado.

Unidos para toda la vida

Así fue cómo Sergio fue a reunirse con Baco, la persona que mas amó en vida, pues para ambos la recompensa no consistía sólo en gozar eternamente de la presencia de Dios, sino estar ante él los dos juntos y unidos. Sergio fue enterrado en Resafa, su lugar de origen, que en el año 434 se convirtió en Sergiópolis, sede episcopal y centro de peregrinación –hoy sólo son unas ruinas en al-Raqqa, al norte de Siria-. Paradójicamente, con el paso del tiempo los dos se convertirían en santos patronos del ejército bizantino, heredero político de quienes habían sido sus verdugos.

Sus reliquias se trasladaron a Venecia, donde quedaron consagrados como patrones metropolitanos. Otras iglesias fueron erigidas bajo su advocación en Constantinopla y Acre, como las que construyó Justiniano, verdadero exponente del arte bizantino. Desde el siglo VII tuvieron templo propio en Roma e iconográficamente se les representa siempre juntos, con vestiduras propias de soldados y ramas de palma entre las manos. La iglesia católica celebra la fiesta de los santos Sergio y Baco el día 7 de octubre.

Artículo tomado en su totalidad de Homocrónicas

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