Poco a poco son más los autores que se animan…a salir “del clóset de las letras”.
Esta expresión se me ocurrió mientras escribía estas líneas.
La aclaración la hago porque no necesariamente que quien escriba una novela de temática lgbtq+ pertenezca obligadamente a ese colectivo. Aunque por lo general, quienes escribimos este tipo de ficciones, muchas veces lo hacemos desde nuestras propias experiencias.
Es cierto que hoy en día, los motivos que llevan a que escritores y escritoras publiquen historias de diversidad, ya no consiste solamente en visibilizar y legitimar la disidencia, sino en manifestar las múltiples posibilidades que cada persona puede tener: formar una familia, tener hijos, etc. Todo lo que tradicionalmente se asoció a las personas heterosexuales y que se marcaba con la etiqueta de “normalidad”.
Pues bien, con el paso de los años, afortunadamente esto fue cambiando.
Se suele decir que la literatura LGBT nació con la intención de darle un lugar a los derechos de las minorías sexuales (así se llamó en un comienzo), y ha sido tal el impacto en la sociedad que hasta tiene instaurado un día que lo conmemora: el 01 de abril, día declarado como el “Día del libro LGBT”.
Pero lo que causó no fue solamente algo que impactó en lo político, sino que fue más allá: caló profundamente en lo social; formando identidades que opusieron el orgullo de ser lgbtq+ a la marginación, al maltrato, al insulto.
Así, los libros han colaborado (y cada vez lo hacen de forma más creciente) en fortalecer la identidad de los lectores que se fueron sumando a sus lecturas, y lo hizo precisamente desde la ya archiconocida frase “leer abre cabezas”: a quienes no son del colectivo lgbtq+, les permitió entender que a las personas gay/lesbianas/trans, etc; les pasan las mismas cosas que les ocurren a ellos en la vida diaria.
Dicho de otra forma, les hizo ver que NO son criaturas que bajaron de un plato volador que vino del planeta Marte. O de Saturno. O del planeta que más les guste.
Elíjanlo ustedes.
Y a quienes son parte de la comunidad (ya sea que lo declararan/vivieran públicamente o no), hizo que al verse reflejadas en la literatura pasiones y deseos similares a los que ellos sienten, les hizo sentir que no estaban solos en el mundo, ni que tampoco eran unos “bichos raros”. Algo así plasmé en “Los chicos rubios”, mi primera novela que trata precisamente del romance de dos hombres adultos: uno de ellos abiertamente gay y el otro…tratando de descubrir que le pasa cuando se da cuenta de que su mejor amigo está enamorado de él.
Libros para recomendar sobre esta temática hay muchos. Hoy les comparto algunos de y prometo que en la próxima les traigo algunos más: “Historia de un chico” de Edmund White, “La virgen cabeza” de Gabriela Cabezón Cámara, “…Y un día Nico se fue” de Osvaldo Bazán, “Emociones complejas” de Clarisa Cruz, “Yo soy Simón” de Becky Albertalli, “La canción del lobo” de T.J. Klune y si me permiten al autobombo: mi querido “El viaje de Tomás y Mateo” escrito por su servidor.
Nos vemos en una próxima nota, y recuerden que cada uno de nosotros es único y no dejemos nunca de ver el mundo como podría ser.
Lisandro N. C. Urquiza
@lisandro.n.c.urquiza en Instagram
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