¿Salir del clóset debería consagrarse como un derecho fundamental?
Por Andrés Felipe Martín Parada
Muchas de las personas que nos identificamos como gays, lesbianas o bisexuales, nos hemos visto obligados en algún momento de nuestras vidas, a querer destaparnos y gritar al mundo quien realmente somos. Los procesos sociales y la cultura en si misma, al menos en Latinoamérica, nos han obligado a que ese proceso de reconocimiento y búsqueda constante de igualdad y aceptación, sea en muchos casos traumático pero a la vez liberador.
Pero, ¿qué pasaría si el salir del closet, fuera considerado por los estados modernos como un derecho humano? La historia ha mostrado que las grandes luchas han marcado la diferencia. En los años 50, las mujeres fueron finalmente reconocidas como sujetos políticos, pues en 1957 en Colombia, se les reconoció el derecho al voto. A partir de allí, ellas pudieron votar y luego de su lucha, empezaron a considerarse igual de capaces que los hombres dentro de la sociedad. Lo mismo pasa con el derecho a la educación, al medio ambiente sano, a la recreación, entre muchos otros derechos, que llevan detrás de su reconocimiento, historias de lucha y cambios políticos y sociales de fondo.
Pensemos por un momento si el salir del closet fuera reconocido como un derecho en la Constitución política de Colombia o en alguna convención o instrumento internacional. Si bien en la actualidad no sería trascedente, puede que a futuro, un derecho como este sea tan naturalizado como la vida e integridad misma del ser humano. Así, el salir del closet ya no sería un estigma social ni una lucha personal constante que preocupe a las futuras generaciones, pues sería algo tan respetable como cualquier otro derecho.
No obstante, pese a que los cambios sociales tardan años, el inicio de estos mismos siempre se dan a partir del reconocimiento y del uso del vocabulario. A partir de allí se empiezan a escribir nuevas páginas, que en el futuro serán tan inmensamente naturalizadas y estarán en el “chip” de todos, que pueden ayudar a que personas LGBTI se les deje de juzgar, rechazar y discriminar, pues con el reconocimiento de su derecho al salir del closet, probablemente se les respetará como se les respeta el derecho a la vida.
El camino no es fácil, y no insinuó en estas líneas que a corto plazo, cambios utópicos e idealistas como el que ronda mi cabeza, sea menos complicado para los que están a punto de hacerlo. Solo pienso, que a partir del vocabulario que usamos y naturalizamos y del reconocimiento de actuaciones simples, se empiezan a construir sociedades más iguales, más equitativas, más respetuosas y menos violentas y discriminatorias.
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