Gay

Yo era el típico macho hasta que probé el placer con otro hombre

Yo era el típico macho hasta que probé el placer con otro hombre

Yo era el típico macho hasta que probé el placer con otro hombre

Mi nombre es Arturo, soy originario de Monterrey, México, mi educación sexual se basa únicamente en ser un hombrecito, el macho mexicano que mi familia esperaba, ese que siempre tuvo novias y le festejaban las infidelidades.

Mi concepto de hombría me hacía sentir que la homosexualidad era algo que no estaba bien, incluso denigrante para mí como persona, debo confesar que en alguna ocasión insulté a una pareja de dos hombres por ir tomados de la mano.

Mi masculinidad no me permitía ser nada femenino, no usar rosa, mucho menos tener el cabello largo, mi rol era ser fuerte, atlético, bueno en los deportes, tomar alcohol siempre que fuera posible con mis amigos.

Pero hace poco más de un año por cuestiones de trabajo tuve que venirme a vivir a la CDMX, me ofrecieron un crecimiento y acepté, al llegar me di cuenta de un choque cultural muy grande, aquí la gente era muy diferente.

Era común encontrarme con parejas del mismo sexo en lugares públicos, nadie les decía nada, aunque las miradas no faltaban, me estaba costando mucho cambiar mi educación, porque yo no crecí en este ambiente.

En mi trabajo comencé a relacionarme con un grupo de hombres, todos eran muy amables conmigo, pero no fue hasta algunos meses después de conocernos y salir, que dos de los cuatro me confesaron, eran gays.

No eran pareja, pero no ocultaban su sexualidad, yo no me di cuenta porque realmente eran masculinos, además no se comportaban raro, ni nada, eran como yo, pero sí me saqué de onda con esta noticia.

Siempre íbamos a los antros heteros, ellos no tenían ningún problema con esto, incluso bailaban con chavas, pero nunca se iban con ninguna, yo le pregunté a mis otros dos compañeros si no se sentían incomodos, ellos me dijeron que no.

Un viernes los cuatro se pusieron de acuerdo para salir y me invitaron, no me dijeron el lugar, así que no tenía idea a dónde íbamos a llegar, ellos sabían de mis creencias pues ya se las había compartido en alguna ocasión.

Llegamos a un antro, como yo no conocía muy bien la ciudad, no sabía que estábamos en zona rosa, la zona gay de CDMX, al entrar al lugar miré hombres vestidos de mujer, personas del mismo sexo besarse, fue entonces cuando supe que estaba en lugar gay.

Todos se comenzaron a reír y me dijeron: “tranquilo, no pasa nada, tú solamente disfruta, vienen muchas mujeres heteros también a estos lugares, se trata de respetar, vas a vivir una nueva experiencia”.

Bueno, no pensé podía pasar algo malo, así que comenzamos a tomar, a bailar, todos encontraron pareja, pero yo seguía solo, creo no estaba completamente seguro, pues había hombres que parecía mujeres y no quería terminar con uno de ellos.

La noche transcurrió y yo estaba cada vez más borracho, fui al baño, ahí me encontré a un chavo, no sé si fue el alcohol, pero ambos tropezamos y caímos al piso, él era alto, delgado, de facciones finas, todo lo contrario, a mí.

Nos comenzamos a reír, creí sería agradable comenzar a conocer más gente, además no estaba seguro si era gay, pero bajamos y yo me fui con mis amigos, lo perdí de vista, algo había pasado, pero no sabía que fue.

Ya todos estábamos muy tomados, cuando se acercó a mí el chico y me pidió mi número de celular, yo no se lo di, pero le dije que nos acompañara, así que comenzamos a charlar, bailar, conocernos un poco mejor.

Cuando menos lo esperé, me beso en la boca, no supe cómo reaccionar, me dejé llevar, pero recordé a mis amigos y lo aventé, ellos no se habían dado cuenta por estar en sus cosas, pero me gustó mucho ese beso.

Nos fuimos a un rincón y comenzamos a besarnos, nunca imaginé que esto me pasara, pero lo estaba disfrutando, ninguna mujer me había hecho sentir algo similar, pero yo no era gay, al menos eso me estaba haciendo creer.

Esa noche terminamos en mi casa, tuve el mejor sexo de mi vida, experimenté un placer diferente, mis amigos ya no supieron de mí hasta el día siguiente que les contesté que estaba bien, esto no se podía saber por nada del mundo.

Los días pasaron, la relación entre Andrés y yo se comenzó a ser más fuerte, ¿me estaba enamorando de un hombre?, no estaba seguro de lo que sentía, pero no me arrepentía de nada.

Luego de seis meses de conocernos, me di cuenta que quería estar con ese hombre, no fue un proceso sencillo, pero mis amigos me apoyaron mucho, ellos están muy felices con mi relación, aunque mi familia aún no lo sabe.

Creo que todo el odio, miedo, dudas que sentía y reflejaba hacia la felicidad de las parejas homosexuales, eran solamente para ocultar que yo la deseaba, pero creía estaba mal, pues crecí con esa idea, ahora soy muy feliz tomando las manos de un hombre que comienzo a amar.

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