Cultura

Gladiadores, chismes y sexo gay: la cultura queer secreta de la antigua Roma

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Cómo el estatus, el poder y las normas sociales moldearon el deseo hacia personas del mismo sexo en la antigua Roma.

Seamos honestos: cuando pensamos en la Antigua Roma, normalmente nos vienen a la cabeza peleas de gladiadores, orgías épicas y hombres con togas bebiendo vino a la luz de las velas. Pero ¿qué pasa con su lado queer? Resulta que las relaciones homosexuales en Roma eran tan caóticas, fascinantes y, a veces, escandalosas como cabría esperar. Desde emperadores lujuriosos hasta cenas secretas, los romanos tenían un don para mezclar sexo, estatus y deseo de maneras que pueden dejarnos atónitos y, a veces, extrañamente afirmados. Así que, si estás listo para un viaje a través de una cultura a la que realmente no le importaba si eras “gay” o “heterosexual”, pero sí le importaba quién estaba arriba (literalmente), vamos a sumergirnos en el tema.

Por qué la antigua Roma todavía nos fascina

Todos hemos fantaseado con la grandeza del Imperio Romano al menos una vez: columnas imponentes, gladiadores sudorosos y togas ondeantes. Pero más allá del brillo de Hollywood, hay una capa más profunda: el deseo queer prosperó (y a veces tropezó) en una sociedad que se negó a definir la sexualidad con etiquetas como «homosexual» o «heterosexual». En cambio, la gran pregunta era quién desempeñaba el papel «activo» (penetrante) y quién desempeñaba el papel «pasivo» (penetrado). Este énfasis en los roles en lugar de la orientación le dio al deseo homosexual romano un sabor único, sorprendentemente abierto y frustrantemente represivo, según el peldaño de la escalera social que ocuparas.

Para las personas LGBTQ+ de hoy, redescubrir las corrientes homosexuales subyacentes de la Antigua Roma es un acto de empoderamiento: siempre hemos estado ahí, en todos los imperios y en todos los escalones de mármol. Claro, los romanos no eran ángeles, pero al analizar su mundo vemos ecos de luchas y triunfos modernos: tabúes sexuales, pánicos morales, historias de amor que desafiaban las normas y, a veces, una explotación absoluta que no podemos ignorar.

Entendiendo la sexualidad en la antigua Roma: el estatus antes que la orientación

Aclaremos las cosas, con un juego de palabras intencionado. Los romanos no pensaban en términos de “gay versus heterosexual”. En cambio, se centraban en la distinción entre ser el penetrador o el penetrado. Se esperaba que un hombre romano de alto estatus fuera el que hiciera la penetración, ya fuera su pareja hombre, mujer o incluso esclava. Admitir (o que se rumoreara) que disfrutabas de un papel “pasivo” podía dañar tu reputación, convirtiéndote en el tema de poemas burlones y cenas cargadas de chismes.

La influencia griega

Los romanos tomaron prestado mucho de los griegos: filosofía, arte, arquitectura y normas sexuales. La pederastia griega, en la que un hombre mayor era mentor y también podía tener una relación romántica con un hombre más joven, se introdujo en la cultura romana, pero los romanos tenían menos paciencia con cualquier relación formalizada entre hombres mayores y niños. No era exactamente lo mismo que la costumbre griega; Los romanos introdujeron su propio toque, agregándole conciencia de clase e identidad cívica. Los hombres romanos “respetables” solían evitar parecer “demasiado griegos” en sus relaciones con parejas más jóvenes, conscientes de que los romanos valoraban el dominio y evitaban cualquier cosa que oliera a debilidad o conducta pasiva.

Marco legal y social: la tolerancia se enfrenta a los tabúes

Es un error imaginar a Roma como un paraíso extravagante para el “sexo gay”. Claro, que los hombres se acostaran con otros hombres no estaba prohibido de manera inherente, pero la cosa se complicaba con rapidez, especialmente si involucraba a jóvenes nacidos libres.

Lex Scantinia

Se trataba de una ley que supuestamente penalizaba las transgresiones sexuales, incluidos ciertos actos con menores nacidos libres. Aunque los académicos debaten su aplicación y alcance, el hecho de que existiera una ley de este tipo indica que algunas partes de la sociedad romana se sentían incómodas con que los hombres tuvieran relaciones sexuales con adolescentes. No se trataba del concepto de “mismo sexo”, sino de proteger a los jóvenes nacidos libres de la profanación. (Los esclavos, por otro lado, no tenían ninguna protección).

Vergüenza vs. Crimen

Si eras un ciudadano romano varón al que le gustaba que lo penetraran, tal vez no fueras a la cárcel, pero estarías arriesgando tu imagen pública a lo grande. Los satíricos y los poetas te harían pedazos (literal y figurativamente). No se trataba tanto de “Estás infringiendo la ley” como de “Amigo, eres una desgracia”. La reputación de ser el compañero pasivo podía quedarse contigo para siempre, limitando tus ambiciones políticas y tu influencia social.

Percepción pública

A los romanos les encantaban los chismes. Las comedias, las sátiras y las charlas cotidianas prosperaban gracias a las especulaciones sobre quién hacía qué (y a quién). La misma sociedad que podía ser bastante abierta con respecto a los hombres que se acostaban con alguien también se ponía furiosa si un tipo de alto estatus era catalogado de “pasivo”. Después de todo, el respeto dependía de tu capacidad para demostrar dominio, no para cederlo.

Encuentros cotidianos: ¿Quién, cómo y por qué?

Amos y esclavos

El desequilibrio de poder aquí es enorme y francamente incómodo para las sensibilidades modernas. Las personas esclavizadas a menudo no tenían voz ni voto en asuntos sexuales; si su amo quería sexo, ahí terminaba la discusión. Para los romanos ricos, tener un esclavo como pareja sexual no era escandaloso, al menos no legalmente. Moralmente, es un campo minado, y tenemos que reconocerlo desde nuestra perspectiva moderna. El consentimiento es complicado cuando una de las partes literalmente posee a la otra.

Prostitución y burdeles

La prostitución masculina existía, a veces discretamente, a veces más abiertamente. Había burdeles específicamente destinados a hombres que deseaban a otros hombres, aunque las líneas a menudo se difuminaban. Las prostitutas eran típicamente esclavas o ex esclavas, y nuevamente, carecían de derechos para decir no. Como varón romano nacido libre, podías participar sin demasiadas reacciones negativas, siempre que siguieras siendo el penetrador y no causaras ningún escándalo de alto perfil.

Cenas y juergas

Imagina un salón de banquetes lleno de humo, con vino fluyendo, invitados reclinados en sofás: un escenario casi perfecto para el flirteo. En estas reuniones, podían surgir conexiones sexuales casuales. Si un hombre nacido libre elegía a un esclavo guapo o incluso a un varón nacido libre de estatus inferior, eso podía pasarse por alto siempre y cuando se mantuvieran las reglas sociales sobre los roles. Digamos que las líneas entre una «noche de convivencia» y una orgía total podían difuminarse si se vertía suficiente vino.

¿Amor o lujuria? Examinando las “relaciones” homosexuales en Roma

No todo eran “dueños de esclavos que se juntaban en un desequilibrio de poder”. Existían afectos genuinos e incluso relaciones a largo plazo.

La amistad convertida en romance

Puedes encontrar historias de hombres que comenzaron como compañeros de armas o aliados políticos, solo para desarrollar vínculos más profundos. La literatura romana, aunque rara vez etiqueta estos vínculos como “homosexuales”, a veces insinúa amistades masculinas intensas que, leyendo entre líneas, podrían ser románticas o sexuales.

Poesía y literatura

Observa a poetas como Marcial o Catulo: escribieron piezas que a veces celebraban la belleza masculina o insinuaban el anhelo por un amado masculino. Si bien la poesía romana a menudo presentaba el anhelo por las mujeres, hay suficientes versos con matices homoeróticos para sugerir que el deseo de los hombres por otros hombres no era exactamente un secreto, solo se expresaba en metáforas o lenguaje codificado.

Relaciones secretas vs. conocimiento público

El mayor temor era perder el respeto si se corría la voz de que un hombre estaba desempeñando un papel pasivo o seduciendo al hijo libre de alguien. Pero si uno manejaba bien la política (mantenía a su amante fuera del ojo público o se limitaba a personas que no fueran ciudadanas), podía disfrutar de una relación amorosa discreta con un drama mínimo. Algunos hombres incluso hacían alarde de sus amantes masculinos, especialmente si ese amante era un extranjero o un liberto cuyo estatus no representaba una amenaza para la dignidad del romano.

Personajes notables y escándalos

Julio César

Circulaban historias de que Julio Cesar era la “esposa” del rey Nicomedes de Bitinia. Ya sea verdad o calumnia, el rumor se mantuvo, mostrando cómo los romanos difamaban a un hombre poderoso al afirmar que era pasivo en el sexo gay. César desestimó tales historias como basura, pero perduraron, tiñendo su reputación con un toque de escándalo.

El emperador Adriano y Antinoo

Ahora bien, esto podría ser lo más cercano que tenemos a una historia de amor gay de alto perfil en Roma. Aunque Adriano era un emperador del lado del Imperio con influencia griega, adoraba abiertamente a su joven compañero Antinoo. Cuando Antinoo se ahogó en el Nilo, Adriano quedó devastado, llegando tan lejos como para deificarlo y fundar una ciudad en su memoria. Muchos ven esto como una historia de amor genuina que trasciende el cinismo romano típico.

La cultura del chisme

La sociedad romana funcionaba con rumores. Los políticos intentaron sistemáticamente degradar a sus oponentes llamándolos homosexuales pasivos. Ya fuera cierto o no, se trataba de una táctica de desprestigio habitual. Esta avalancha de insinuaciones, sátiras y comedias hizo que el deseo entre personas del mismo sexo fuera visible y estigmatizado en la esfera pública.

Conectando el pasado y el presente

No importa cuántos siglos pasen, los humanos no pueden evitar el deseo de tener un buen revolcón en las sábanas, y a veces, ese revolcón es con alguien del mismo sexo. La antigua Roma ilustra un mundo que celebraba y se burlaba del deseo homosexual, normalizaba ciertas formas de encuentros entre personas del mismo sexo mientras prohibía otras, y dejó atrás un legado de poemas picantes, calumnias políticas y, ocasionalmente, un romance sincero.

Fuente: Gayety

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