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Greg Louganis probó lo que es posible para los atletas que viven con VIH

Recientemente en un podcast Greg Louganis, ex atleta olímpico, habló de lo que fue vivir con VIH mientras competía, las dificultades, la discriminación, su estado de ánimo entre otros.

La próxima vez que pienses en cómo se ve alguien con VIH, piensa en Greg Louganis ganando dos medallas de oro en los Juegos Olímpicos de 1988 en Seúl.

Se convirtió en el primer hombre y el segundo clavadista en la historia de los Juegos Olímpicos en barrer ambos eventos de clavados en dos Juegos Olímpicos consecutivos, y lo hizo seis meses después de enterarse de que vivía con VIH. Louganis estaba tomando AZT en ese momento, configurando su alarma cada cuatro horas, incluso despertándose en medio de la noche durante la competencia para tomar el medicamento.

“Cuando estaba en la piscina, cuando competía, cuando entrenaba, el VIH y el SIDA no existían. Ese era un santuario para mí. Era un lugar al que podía ir para buscar refugio del estrés del diagnóstico de VIH”, dice Louganis. Ahora, a los 62 años, Louganis es una prueba de lo que es posible: se puede vivir y competir al más alto nivel con VIH. Puedes ganar medallas de oro y ser considerado uno de los mejores clavadistas en la historia del deporte.

Greg Louganis se unió al podcast LGBTQ&A para recordar la controversia creada por la concusión cerebral que recibió en los Juegos Olímpicos de 1988, recordar cuando compartió su estado serológico con el mundo en 1995 y el ajuste a la realidad del VIH actual, donde con acceso a tratamientos apropiados, el VIH ya no es una sentencia de muerte.

¿Qué pensabas sobre el VIH y cómo podría afectar tu carrera de clavadista en el ’88 cuando recibiste tu diagnóstico por primera vez?

Realmente no sabía. Allá por el 88, pensábamos en el VIH/SIDA como una sentencia de muerte. Así que mi pensamiento fue: “Bueno, si soy VIH positivo, no quiero hacerle perder el tiempo a mi entrenador. No quiero hacerles perder el tiempo a mis compañeros de equipo”. Así que iba a empacar mis maletas y regresar a California, encerrarme en mi casa y esperar a morir. Porque eso era lo que pensábamos del VIH en ese momento.

Pero mi médico, que también era mi primo, me animó a quedarme y entrenar. Dijo que eso era lo más saludable que probablemente podría hacer por mí mismo. Me pusieron AZT enseguida porque querían tratarme muy agresivamente.

Todo esto ocurrió antes de que se desarrollaran mejores medicamentos para el VIH ¿no?

Fue antes de que supiéramos cualquier cosa. El AZT era una droga experimental. Inicialmente era un fármaco contra el cáncer, por lo que no conocían la toxicidad. No conocían los posibles efectos secundarios. Éramos básicamente conejillos de Indias.

La forma en que se recetaba en ese entonces, eran dos pastillas cada cuatro horas durante todo el día. Entonces te levantabas en medio de la noche, en medio de la mañana, sin importar dónde estuvieses. Si estaba entrenando, sonaba mi pequeña alarma “Oh, descanso de AZT”.

Fue en las Olimpiadas del ’88 cuando te golpeaste la cabeza en el trampolín y tuviste una concusión. Te realizaron suturas y luego volviste a subir a la tabla 30 minutos después. Me preguntaba por tu determinación en ese momento.

En ese momento pasé de ser el favorito para ganar a ser el que la gente menos esperaba pudiese ganar, en ese instante sentí que no tenía nada que perder.

Fue un llamado de atención para mi entrenador y para mí porque nada está asegurado y cualquier cosa puede llegar a suceder.

Fuiste uno de los hombres homosexuales más famosos de los EE. UU. durante un período de tiempo. ¿Cómo fue esa experiencia?

Soy disléxico. Así que nunca tuve la costumbre de tomar un periódico y leerlo todos los días. Una cosa que mi madre solía hacer era leer ciertos artículos positivos para mí e indicarme el reportero que los escribió, esto con el fin de poder agradecerles las amables palabras la próxima vez que los viese, de esta forma solo me enfocaba en lo positivo, pero realmente no pensaba mucho en la fama.

Después de los Juegos Olímpicos de 1988, te retiraste. ¿Cómo ha sido tener que averiguar qué querías hacer a continuación?

Bueno, no pensé que llegaría a los 30, honestamente. Porque me diagnosticaron en el 88 y por lo general te daban dos años de vida, así que no pensé que llegaría a los 30.

Pensé en hacer lo que quisiese ya que de todos modos pensaba que no me quedaba mucho tiempo. Luego pasó un año, y otro y otro y como puedes ver he llegado a los 62. Debería buscar un trabajo.

Si deseas escuchar la entrevista completa con Greg Louganis esta se encuentra en el Podcast LGBTQ&A del proyecto LGBT+ Elders disponible en Apple Podcasts, Spotify etc.

Fuente: Advocate

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    abril 20, 2022

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